6.3.15

El miedo

Vivimos con miedo. Miedo a la oscuridad, miedo a crecer, miedo a morir, miedo a las arañas, miedo a ser asaltados, miedo a quedarnos solos, miedo a un chingo de cosas. Pero a lo que más le tenemos miedo, es a vivir.

¿Y por qué lo digo? Porque aunque no nos demos cuenta, el miedo muchas veces es el que rige nuestras decisiones, el que le da rumbo a las acciones y el que nos detiene a intentar algo nuevo.

Es algo que sin querer, nuestros padres nos inculcaron: desde pequeños nos enseñan a que si nos atrevemos, nos puede ir muy mal, ¿cuántas veces escuchamos el famoso “te vas a caer” seguido del “te lo dije” que acompañaba nuestras lágrimas después del madrazo que nos dábamos? O el “no me puedo dormir hasta que regreses a la casa, ¿qué tal si te pasa algo?” ¡no inventen! ¿Por qué pensar que algo puede salir mal? Y lo entiendo, no lo sabré hasta que tenga hijos (si los tengo), pero ni madres, me niego a enseñarles a vivir a través del miedo.

Obvio hay que cuidarse, tampoco se trata de ir por la vida siendo temerario o caminando sin mirar el entorno porque ahí sí, nos podemos dar miles de madrazos; pero eso es muy diferente a ir viendo a todos lados para ver cuándo nos llega el accidente que estamos esperando.

Y aunque la gran mayoría de nosotros hemos desarrollado conciencia de esto, la realidad es que hay muchas situaciones donde el miedo sigue presente en nuestras vidas. 

Le tenemos miedo a ser felices. Vivimos con el miedo de abrir nuestro corazón y que nos lastimen, de que se vaya quien amamos, de que no nos alcance el dinero, de ahorrar para un futuro impredecible; pero se nos olvida que de nada sirve pensar en el futuro si no construimos y disfrutamos nuestro presente.

Hace poco comprendí que cuando no estás aferrado a algo, tienes las manos abiertas para recibir todo. Yo lo único que les diría es que combatamos el miedo con fe y valor pero sobre todo, con amor: amor a lo que es, a lo que somos y a lo que seremos.


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