7.4.14

Volando alto

“Hoy es un gran día para morir, pero si no muero entonces es un gran día para vivir”.
“Hoy es un gran día para morir, pero si no muero entonces es un gran día para vivir”.
“Hoy es un gran día para morir, pero si no muero entonces es un gran día para vivir”.

Lo repito muchas veces en mi mente mientras la avioneta sube... y sube y sube y sube y sube y sube y sube y sube. Lo hace tan lento que siento cómo se detiene el tiempo. ¡No mamen! ¿cuánto más se va a tardar? Ya se ve muy lejos la tierra y no encuentro la zona de donde despegamos.

Me siento ansioso, con la incertidumbre de saber qué se sentirá y la duda de pensar si tomé la decisión correcta; muchas ideas llegan a mi cabeza durante el tiempo que tardamos en subir, porque estando a 13,000 pies de altura y con una caída libre de 60 segundos a 200 km/h esperándome, los pensamientos se vuelven más fuertes y las emociones se intensifican. 

Las nubes parecen de algodón y pienso si podré pasar entre alguna de ellas cuando descienda. No hay tiempo para descubrirlo.

3, 2, 1...

La puerta se abre, mi instructor me hace la señal para ponerme en posición mientras da los últimos pasos antes de salir y yo sólo puedo ver el techo de la avioneta porque ya estoy acomodado para el salto... un momento ¿¡dónde está el techo!?

Ya no hay avioneta, ni techo... sólo el cielo y estoy en él, ¡mierda, mierda, mierda!

Los primeros 5 segundos el frío es insoportable y los nervios se apoderan de mí; sólo 5 segundos y después todo cambia... no hay incertidumbre, estoy en caída libre y me siento más vivo que nunca.

Ya no hay avioneta, ni techo... sólo el cielo y yo estoy flotando, ¡qué chingón, qué chingón, qué chingón!

55 segundos más que son inolvidables y el paracaídas se abre: la sensación es diferente pero la experiencia incomparable, el instructor me deja jugar un rato y damos vueltas mientras nos acercamos al aterrizaje; cuando llegamos no puedo dejar de sonreír y mis palabras en el despegue cobran sentido:

“Hoy es un gran día para morir, pero si no muero entonces es un gran día para vivir”.

A veces sólo se necesita un salto de fe; cerrar los ojos, dar un paso al vacío y decir: estoy vivo.

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