20.3.15

Agonía

Un día despiertas sintiéndote abrumado, incomprendido, lleno de problemas. La tristeza te invade. Por mucho que lo intentes, no puedes dejar de llorar. Te duele respirar. Aunque grites, nadie te escucha. Y entonces descubres con horror que estás atrapado.

Pero la luz y el amor se mantienen a tu lado aunque tú no puedas verlos y puede pasar mucho tiempo hasta que por fin abras los ojos a la verdad: depende de ti.

Porque la jaula en la que estás encerrado no se abre por fuera sino por dentro. Y el día en el que finalmente lo comprendes, eres libre para volar.

19.3.15

El Boing de durazno

Los que me conocen mucho y han tenido la paciencia suficiente para convivir conmigo saben que a veces puedo ser un poquito distraído y olvidadizo (bueno, siendo honesto la verdad es que decir “un poquito” es quedarme corto).

Normalmente a la gente “se le van las cabras al monte” pero básicamente las mías viven allá y sólo a veces vienen de visita.

Lo cierto es que esto siempre me ha generado problemas: cambio los nombres de las personas sin darme cuenta (y eso cuando “me acuerdo” aunque en realidad los invento y muchas veces ni me los aprendo), tardé muchos años (y enojos) para aprenderme el cumpleaños de mi mejor amigo; solito me meto en situaciones incómodas como irme a echar chelas con una amiga, preguntarle por la fecha de su cumpleaños y que ella con asombro me responda que quedamos de vernos los dos para ¡celebrar su cumple! (neta me pasó).

No saben cuántas veces después de hacer una pregunta alguien me responde con un “¿es neta?, ¡ya te lo había dicho!”, me mandan a la goma y yo obviamente me quedo con la duda porque ya no me aclaran nada.

Y les platico todo esto porque el fin de semana alguien me hizo notar que durante 3 días seguidos le hice la misma pregunta sin que yo estuviera consciente de eso. Sí, ¡3 días escuchando lo mismo! Lo bueno es que lejos de enojarse o desesperarse como muchas veces me ha pasado, pensó que era gracioso aunque por otro lado me dijo que le recordaba a su abuelita, lo que creo no es algo tan bueno para alguien de mi edad.

Gracias a eso, me acordé de una anécdota que les quiero contar y que le da el nombre a este post, ahí les va:

Hace como 9 años tenía pareja y un día nos fuimos a comer a algún lugar que obviamente ya no recuerdo pero era como una taquería; cuando nos preguntaron por las bebidas ¡descubrí que había boing de durazno! Nunca lo había probado ni sabía de su existencia así que lo pedí y me encantó. Obviamente le dije a mi novia todo emocionado que existía el boing de durazno y que estaba buenísimo.

2 semanas después volvimos a ir a comer a algún lado y sí, me volví a emocionar porque “no sabía que existía el boing de durazno”. Mi novia entre risas me decía que ya lo había probado y que cómo era posible que no me acordara. Pero ahí no termina todo.

Aunque no lo crean, menos de un mes después de eso me volvió a pasar. Y mi novia ya no se rió.

True story.

6.3.15

El miedo

Vivimos con miedo. Miedo a la oscuridad, miedo a crecer, miedo a morir, miedo a las arañas, miedo a ser asaltados, miedo a quedarnos solos, miedo a un chingo de cosas. Pero a lo que más le tenemos miedo, es a vivir.

¿Y por qué lo digo? Porque aunque no nos demos cuenta, el miedo muchas veces es el que rige nuestras decisiones, el que le da rumbo a las acciones y el que nos detiene a intentar algo nuevo.

Es algo que sin querer, nuestros padres nos inculcaron: desde pequeños nos enseñan a que si nos atrevemos, nos puede ir muy mal, ¿cuántas veces escuchamos el famoso “te vas a caer” seguido del “te lo dije” que acompañaba nuestras lágrimas después del madrazo que nos dábamos? O el “no me puedo dormir hasta que regreses a la casa, ¿qué tal si te pasa algo?” ¡no inventen! ¿Por qué pensar que algo puede salir mal? Y lo entiendo, no lo sabré hasta que tenga hijos (si los tengo), pero ni madres, me niego a enseñarles a vivir a través del miedo.

Obvio hay que cuidarse, tampoco se trata de ir por la vida siendo temerario o caminando sin mirar el entorno porque ahí sí, nos podemos dar miles de madrazos; pero eso es muy diferente a ir viendo a todos lados para ver cuándo nos llega el accidente que estamos esperando.

Y aunque la gran mayoría de nosotros hemos desarrollado conciencia de esto, la realidad es que hay muchas situaciones donde el miedo sigue presente en nuestras vidas. 

Le tenemos miedo a ser felices. Vivimos con el miedo de abrir nuestro corazón y que nos lastimen, de que se vaya quien amamos, de que no nos alcance el dinero, de ahorrar para un futuro impredecible; pero se nos olvida que de nada sirve pensar en el futuro si no construimos y disfrutamos nuestro presente.

Hace poco comprendí que cuando no estás aferrado a algo, tienes las manos abiertas para recibir todo. Yo lo único que les diría es que combatamos el miedo con fe y valor pero sobre todo, con amor: amor a lo que es, a lo que somos y a lo que seremos.


Despertar

Y un día descubrió que no importaba cómo lo vieran los demás, si lo buscaban o se hacían a un lado, si era popular o no. Aprendió que lo verdaderamente trascendente no es ser aceptado; es caminar con el corazón por delante.
Y ese día, despertó a la vida.